¿Alguna vez habéis reflexionado sobre la belleza de las palabras? Gracias a ellas nombramos lo que nos rodea y conectamos con los demás. Las palabras nos permiten resolver problemas y nos otorgan la posibilidad de rectificar. Son capaces de crear o destruir. Nos abren las puertas a un sinfín de emociones. Pueden herir o aliviar, entristecer o alegrar. Las palabras cambian nuestro estado de ánimo de forma inmediata. Por el día, ordenamos nuestros pensamientos con ellas. Por la noche, nos ayudan a narrar nuestros sueños. A veces sobran y a veces faltan. Pronunciamos en torno a veinte mil palabras al día, la mayoría de ellas poco relevantes, pero cuando nos enamoramos, nos resulta casi imposible describir con palabras nuestros sentimientos. Aparecen en la literatura, en la ciencia, en la música y en el cine. Dicen que podríamos aprender más de la Historia a través de las palabras que de los hechos.
Las palabras son esenciales para comprender el mundo, y aún así, las despreciamos y las vaciamos de significado. Al concebirlas como una herramienta tan natural como respirar, las usamos sin pensar. En un ambiente en el que los medios audiovisuales son el método más cómodo para absorber información, potenciar las capacidades del lenguaje es una responsabilidad social a la que no se presta atención. Olvidamos estudiar el arte de la dicción para transmitir nuestros pensamientos, sin ser conscientes de que utilizar el lenguaje con una finalidad estética, además de comunicativa, no sólo mejora nuestros discursos, si no que nos enriquece como sociedad. Ahora bien, ante la dificultad de expresarnos en un idioma extranjero, presentar un trabajo o defender la tesis frente a un grupo de expertos, todos desearíamos dominar la capacidad retórica y explicarnos con claridad.
El lenguaje verbal no es la única forma de comunicarnos, pero sí una de las más ricas y complejas. Las palabras tienen algo mágico: crean nuestra realidad y nos hacen humanos. Sin embargo, seguimos usándolas como una simple herramienta de uso cotidiano, aunque su capacidad para transmitir emociones las eleve a la categoría de arte.

Aránzazu García-Quijada G.
@ari.gqg
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