Aquella noche,
éramos sólo vos y yo,
como caimanes.
No hubo entre nosotros,
escudo, manglar ni escama.
Tampoco ciénaga.
Sólo tu piel,
suave como el limo,
donde reposó algún reptil.


Aquella noche,
éramos sólo vos y yo,
como caimanes.
No hubo entre nosotros,
escudo, manglar ni escama.
Tampoco ciénaga.
Sólo tu piel,
suave como el limo,
donde reposó algún reptil.

Entradas relacionadas
Deja un comentario