Si hay algo que caracteriza a la cultura japonesa es la capacidad de encontrar la belleza en la simplicidad: admirar la textura de un grano de café, la llave perfecta de judo o la idoneidad de colocar una sola flor en un arreglo decorativo.
Desde la China Antigua, los haikus -poemas cortos de tres versos- ya interiorizaban el impulso artístico de la cultura japonesa hasta un punto que no suele verse en otras culturas: “cuando pasa una estrella fugaz”, “cuando cae la primera hoja de un árbol” o “cuando llueve sobre un río”, son algunos ejemplos de haikus que buscaban, a través de la contemplación, plasmar con claridad y elocuencia los sentimientos más genuinos del alma, mediante la simplicidad de la elegancia.
Aunque profundizar en cualquier campo de la cultura japonesa requiere de un dominio considerable de la lingüística, podemos concluir que lo oriental se caracteriza -en contraste con lo occidental- por basarse en un mínimo de conceptualismo y en un máximo de vivencia emocional. Dos son los conceptos de la tradición japonesa que explican esta forma de entender la vida: el Wabi y el Sabi. Wabi es una invitación a apreciar una belleza austera y a tener una actitud tranquila y receptiva ante las vicisitudes de la vida, de forma que la belleza pueda crearse a partir de la simplicidad, hallándose abundancia tanto en la pobreza como en la soledad. Por otro lado, el término estético Sabi se ancla en una cierta intriga relacionada con el paso del tiempo y sus efectos.
“Nada dura, nada está completo y nada es perfecto” es la definición de Wabi-Sabi, la belleza de lo imperfecto, la aceptación del ciclo de la vida y de la transitoriedad. Un concepto que nos otorga la posibilidad de mirar la vida sin la presión de que todo esté bien, aportándonos la lección de disfrutar de los momentos tal y como nos llegan, sin crear expectativas. Wabi-Sabi se encuentra en la religión, en la filosofía y en la psicología, pero también en el arte en sí mismo. El estilo Wabi-Sabi trabaja de la mano con el Kintsukuroi, una técnica japonesa original del siglo XV utilizada para reparar objetos cerámicos o de madera uniendo las partes rotas con un sellado de oro o plata, dando origen a nuevas piezas. El poder de la pieza resulta en no esconder su imperfección, sino en realzarla, convirtiéndose en una pieza bella por su unicidad.
Ahora bien, si podemos quedarnos con una práctica del Wabi-Sabi, que sea con trabajar la mirada amable con los demás y con nosotros mismos, con la importancia de aceptar que la vida es incontrolable y de apreciar nuestras imperfecciones. Siempre encontrarás a quien le encantes tal y como eres.

Aránzazu García-Quijada G.
@ari.gqg
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esa imperfecta belleza que nos enamora, nos sublima por ser única….besos al vacío desde el vacío
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