Dos estrellas nos observan en verano con especial destello, Vega y Altair, los amantes de la Vía Láctea, cuando se celebra en Japón el Tanabata, la Festividad de las Estrellas, en memoria de una leyenda que cuenta la historia de amor entre la princesa Orihime y el pastor de bueyes Hikoboshi.
Orihime ocupaba dichosamente su tiempo tejiendo telas para los dioses a orillas del río Amanogawa, hasta que un día se cruzó con el pastor Hikoboshi, del que se enamoró profundamente. Tras la aprobación del padre de Orihime, el rey Tenkou, los amantes se unieron en matrimonio, cayendo en uno de los mayores errores que se pueda concebir en la cultura oriental: el descuido del trabajo. Ambos estaban tan ocupados cuidando su amor que Orihime dejó de tejer e Hikoboshi desatendió a sus bueyes, desperdigados y abandonados a su suerte. Ante el aciago comportamiento, el dios del cielo decidió castigarlos, convirtiendo al matrimonio en dos estrellas, Vega y Altair, separadas por la Vía Láctea, el río Amanogawa. Entre llantos y desconsolada, la estrella Vega no se imaginaba una vida sin Altair. Deneb, una estrella vecina, decidió ayudarla. Para ello, llamó a una bandada de pájaros que construyeron un puente con su plumaje sobre el río Amanogawa, conectando ambas estrellas. El rey Tenkou, conmovido por la situación, suplicó al dios del cielo que los amantes pudieran reencontrarse, al menos, una vez al año. El dios del cielo aceptó su petición, permitiendo que el séptimo día del séptimo mes, los amantes cruzaran el puente. Desde entonces, Vega (Orihime), Altair (Hikoboshi) y Deneb, brillan el siete de julio de cada año conformando “El Triángulo de Verano”.
Más allá de la observación del cosmos, durante el Tanataba las calles japonesas se llenan de tiras de papel de colores con poemas dedicados a los enamorados, miles de papeles cuelgan de las ramas de bambú en las casas y los niños cantan alegremente Tenko ni nario (despeja, cielo, despeja) para que los dioses del cielo alejen la lluvia. De esta forma, los pájaros pueden extender sus alas y crear el puente que permite a los amantes estar juntos de nuevo, y a nosotros observar el asterismo que cada año nos mira desde el cielo recordándonos la importancia del cielo nocturno para la humanidad, hechizada a lo largo de la historia por su majestuosidad.
La contemplación del firmamento no solo ha dado forma a nuestra comprensión científica del universo, sino que nos ha ayudado a entender el mundo terrestre. Sigue siendo inspiración de filósofos, escritores y artistas; nos revela nuestro origen y nos avisa sobre nuestro destino. Todo esto a través de leyendas que enorgullecen nuestra existencia.

Aránzazu García-Quijada G.
@ari.gqg
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