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El ornitorrinco de la literatura

Lo primero que dijo Juan Villoro en su discurso de aceptación del Premio a la Excelencia que otorga la Fundación Gabo fue lo siguiente: “espero no decepcionarlos”. Después, dijo que era una extraña muestra de realismo mágico el que recibiría el premio en un gimnasio (el Festival Gabo, evento en que recibió el premio, sucedió en las instalaciones del Gimnasio Moderno, un colegio tradicional de Bogotá). No fue una decepción, por su puesto, sino una inspiración. Después de 40 años del nóbel de García Márquez, con las palabras que dio y con el discurso que leyó, Villoro demostró que es tan bueno para la palabra oral como para la escrita, al igual que García Márquez era tan bueno para el periodismo como para la ficción (pretendamos que esa escisión aún ahora es posible).

Ese día, Leila Guerriero entrevistó a Juan Villoro en el mismo escenario en donde Villoro leyó su discurso Las formas del fuego; en donde Sergio Ramírez también leyó el suyo, como antesala al premio; en donde varios periodistas recibieron otros premios y dieron sus discursos de recibimiento. De modo que se sentía ese día el peso de las palabras. Guerreiro recordó una vieja definición de crónica que esgrimió Villoro y que, según ella, es la que mejor logra pronunciar en palabras ese extraño animal escrito: “la crónica es el ornitorrinco de la prosa”. Después de haber leído algunos de sus textos, y de haber presenciado esa rareza en que la realidad se parece a los sueños, me ha quedado la sensación de que Villoro es el ornitorrinco de la literatura.

Un ornitorrinco es un extraño animal que no decidió ser del todo pato ni nutria ni castor. Se quedó a medio camino entre los tres. Y, para colmo de rarezas, no se conformó con ser un mamífero alebrije: quiso ser un mamífero venenoso que pone huevos. Uno que, a pesar de que respira aire, se queda en estado meditativo debajo del agua aguardando a sus presas. No sería raro pensar que Villoro, al buscar metáforas para simbolizar la crónica, hubiera descubierto una mirándose en el espejo.

Un escritor tan prolijo como diverso, capaz de hacer prólogos deslumbrantes sobre los cuentos de Dostoievski, capaz de dar más de diez conferencias sobre la obra de García Márquez bajo la premisa de una idea, capaz de escribir cuentos, novelas, ensayos, crónicas, perfiles, reportajes, obras de teatro, capaz de asombrarse de la misma manera con un balón de fútbol que con la astrología, capaz de decir que, de todo lo que ha escrito, se queda con el género de literatura infantil y adolescente; un escritor así es justo que se le adjetive así: un escritor ornitorrinco.

En la introducción a la entrevista, Guerriero señaló que ella consideraba a Villoro como la “mejor buena persona pérfida que conozco”. De suerte que hasta en eso son comparables: la apariencia de animal tierno esconde un inesperado aguijón. Un inesperado aguijón que escribe palabras y que despierta del letargo a quien las oye (o las lee). Durante la lectura de su discurso Las formas del fuego (una invitación a hallarles sentidos a los incendios, una de las maneras en que él se volvió periodista), los asistentes al auditorio del Gimnasio Moderno no pararon de reír y de sentir los influjos de ese veneno en su cuerpo mientras duró su discurso (igual que con la entrevista de Guerriero).

Villoro es una especie en vía de extinción. Un escritor que vive en las palabras de los otros, que toma de aquí y de allá letras para componer las formas de su cuerpo. Alguien que, siendo él mismo, puede sumergirse en lo profundo del lenguaje y vivir allí cazando ideas filosóficas –como la idea de que el periodismo no son hechos sino lenguaje: “primero siempre están las palabras”–, al igual que, de repente, asombrarse en las orillas con “mejillones hermafroditas”. Aunque sabe que tiene una alta probabilidad de desaparecer, Villoro nada un poco más para volver a “perder la guerra”, para sentir que, como en el ornitorrinco subsiste la síntesis de tantas especies, en él subsiste la síntesis del periodismo y de la literatura.

Julián Bernal Ospina
julianbernalospina.com
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