A través de la expresión artística, Emma Calderón explora y expande la vivencia permanente de la belleza. Es la poesía su principal voz y brújula. Miembro de Letras & Poesía desde abril de 2022, esta escritora mexicana se considera irremediablemente curiosa por lo humano, además, es psicopedagoga de profesión y poeta de corazonada. Un jardín como testigo (2021) es su primer poemario publicado. En Letras & Poesía ha sido parte de colaboraciones, episodios de podcast, la antología Mientras me habito y además es a la fecha la mayor ganadora de los retos literarios internos que se organizan de forma quincenal.
Conversamos con Emma para conocer los desafíos que le representa la escritura, los temas que le inspiran, lo que más le agrada de su país y más:
¿Cómo ha sido tu relación con la escritura?
Recuerdo desde siempre una cercanía con la palabra escrita, incluso desde antes de saber escribir. En mis primeros años de vida se trataba de un instinto, pero después se transformó en una intención. Desde niña ya escribía para crear belleza. Siempre escribí, y sin embargo, a lo largo de la mayor parte de mi vida la escritura fue un quehacer privado. Yo escribía porque me sabía creativa, escribía para traducirme las experiencias de la vida, escribía para recordar y recordarme.
Explorando esta mirada me fui acercando más y más a la poesía, el género que ahora habito con toda mi certeza. Empecé a compartir mis textos hace unos cuatro años; sigue conmocionándome el diálogo que surge cuando se me lee y que tanto expande lo que he escrito. La palabra me parece más completa que nunca.
No escribo para nadie más, quizá ni siquiera para mí. Es por la palabra en sí por lo que escribo. Estoy edificando un puente conforme lo cruzo, mostrándoselo al mundo e invitando a cruzar conmigo a aquellos que entienden mi manera de ir allá.
¿Cómo es tu proceso de creación literaria?
Escribo todos los días. Me parece que la poesía, que es tantas cosas, es también un ejercicio: se ejercita, se ejerce.
Empiezo por asombrarme. Voy por la vida cosechando constantemente una cierta idea primigenia que es la esencia de un poema que ya escribiré. A veces es una noción, a veces es una línea, a veces es una cadencia, a veces es un no saber. Llego con eso a la página en blanco a la que acudo diariamente y lo suelto ahí, intentando no ponerme mucho de por medio, pues me gusta pensar que el poema conoce la forma que quiere tener, pero inevitablemente estoy de por medio y lo recuerdo cuando miro las palabras ya escritas y se comportan como espejo.
En el reflejo comprendo si ese poema se quedará solo conmigo o si lo compartiré.
¿Has cambiado algún final después de escribirlo?
No. Creo que un poema es siempre incompleto para quien lo escribe. Escribo sabiendo que la palabra es inherentemente imprecisa, que no estoy nombrando sino aproximándome a nombrar, quizá un poco más cerca hoy que ayer, pero nunca ahí. La labor de perfeccionarlo nunca finaliza, por lo que terminar un poema es renunciar a los infinitos poemas que ese poema pudo haber sido. Es declarar esto ya es. Una vez que he sentido que terminé un texto, ya sea que me haya tomado días o meses, no vuelvo a moverlo. Ya es.
¿Disfrutas más la lectura en papel que en pantallas o te da igual?
En papel. Me gusta tocar mis lecturas, intervenirlas, anotarlas, dialogar. Las pantallas son muy convenientes, sí, pero no me bastan. Necesito sentir que meto las manos.

¿En qué te inspiras para escribir?
Creo que la idea de la inspiración me resulta un poco ajena. No me identifico mucho con la palabra “inspiración” como algo que viene y va. Prefiero decir que me asombro, que me angustio, que me pregunto. Creo que, si bien hay esas ráfagas de claridad dentro del ciclo creativo, mi vínculo con la palabra es ininterrumpido y confío más en ello que en la inspiración. Practico la poesía, le hago espacio en mi rutina, la invito a mí todo el tiempo. La veo a mi alrededor, incansablemente ahí. Todo me es materia prima.
¿A qué te dedicas actualmente?
Soy docente. Este es un quehacer que también me acerca grandemente a eso a lo que la poesía me acerca. Para mí, se siente como una forma diferente para un proceso casi idéntico, el proceso de comunicar una certeza intangible.
¿Sobre cuáles temáticas prefieres escribir?
Los temas de los que escribo son la búsqueda, la angustia, la falta de ese algo que en la belleza se reconoce. Escribo acerca de una tristeza y una añoranza con la que convivo; creo que tengo una naturaleza muy melancólica; lo aprecio porque presiento que está vinculada con mi asombro. Escribo acerca de la palabra y mi imposibilidad. Escribo acerca de la memoria y del paso del tiempo, de la infancia y de ser testigo de la infancia. Escribo acerca de la naturaleza de la que formo parte. Escribo acerca del cuerpo del que formo parte. Escribo acerca de lo que vivo, imposible no hacerlo. Aún cuando no lo hago, lo hago. Escribo para desahogarme también muchas veces, si eso es poesía, el tiempo termina por decirlo.
¿Tienes algún libro publicado?
Mi libro, Un jardín como testigo, fue algo así como mi proyecto de cuarentena. Es el camino escrito que dejé mientras me intenté curar de algo; va mucho de un dolerse, de un sanarse, y de un por fin ser. Aunque ahora percibo que mi voz poética es muy distinta, es una gran porción de mi memoria a la que le tengo mucho cariño.
¿Qué es lo que más te gusta de tu país?
Nací y vivo en Ciudad de México y me encanta. Es un lugar muy mágico y extraño. Creo que esta herencia me la noto mucho cuando escribo. Siento un vínculo muy fuerte con el Valle, con su sabiduría ancestral, con su cultura, sus volcanes, sus climas, sus sonidos, sus sabores, sus flores, su historia, su jugueteo con la muerte. Le escribo a menudo a mi tierra. Siento que me habla.
¿En qué te basas para crear los títulos de tus escritos?
Por lo general no titulo mis poemas. Lo más cercano a un título en mis escritos es el paréntesis que siempre los acompaña al pie, que son el recordatorio que me dejo de aquella persona que fui en el preciso momento de escribirlo. Esa es la identidad que quiero darle.
¿Cuál es tu mayor desafío al escribir?
Caminar muchas delgadas líneas. Explorar y experimentar con la palabra a la par que mantengo y afirmo mi identidad poética. Permitirme crecer y permitirme arraigarme. Descubrirme sin olvidarme. Publicar sin escribir para ser publicada; escribir para mí, pero publicar.
¿Cómo manejas el bloqueo al escribir?
Como reconozco que mi proceso de creación literaria empieza desde un percatarse de la vida, nunca me siento en un bloqueo. Escribir es mucho más que trazar palabras con la pluma. Percatarme de mi entorno, leer, bailar, querer, mirar, explorar, escuchar música, participar, en fin, de la experiencia humana, todo eso es escribir. Siento que escribo, aunque no esté escribiendo, cuando voy a la vida. El poema ya vendrá.
¿Qué es lo que más disfrutas de escribir?
Escribir me ha hecho más abierta a la vida. Lo que más disfruto de escribir es la actitud de maravillarse que ha edificado en mí. Entre más escribo, más me asombro. Entre más me asombro, más escribo. La poesía se genera a sí misma a través de mi existencia, y yo le permito que me expanda. Cuando escribo, celebro darme cuenta de lo viva que estoy.
¿Qué consejo le darías a otros escritores independientes?
Que se compartan. Creo que a la palabra le gusta ser dicha, ser vista, le gusta vestirse de voz alta. En mi experiencia, publicar mis textos ha sido más un camino que una meta, en el que mi palabra se ha definido con más nitidez, se ha vinculado con aquellos que se identifican con mi mirada, ha sido reflejo y ventana, ha sido ese momento de soltar un poema para ir al siguiente, ha sido ese leerme por fuera, ha sido ese apartarme para ver, ha sido confiar en la poesía y en mi poesía, ha sido decir quien soy.
¿Cómo describirías tu experiencia en Letras & Poesía?
Vinculado con mi respuesta anterior, el colectivo ha sido tierra fértil para todo eso que sé que el compartir la palabra me aporta. Agradezco mucho el espacio que se me da como escritora y como lectora. Para Letras & Poesía la palabra es versátil, se me han ofrecido formas de expresarla que jamás hubiera pensado explorar. Es una experiencia expansiva, y definitivamente parte importante en mi recorrido como escritora.


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