Tengo arrugas de expresión
en mi rostro, a veces
de pesos o de risas.
Tengo entradas incipientes
que sirven para marcar
distancia y reorientar
la perspectiva.
Tengo ojos miopes y
tristes, según la rutina.
Tengo carne fláccida
y algún colgajo.
Pero, ante todo,
tengo savia,
tengo vida.
Sin embargo, hay más.
Hay un sendero recóndito,
menos transitado,
más misterioso;
desde el lóbulo de mi oreja
que baja hasta mi garganta.
Ahí reposa mi voz, mi aullido.
Es un recorrido lento,
para caricias sin prisa,
para los ecos y besos
que una vez se perdieron.
Este cuerpo imperfecto
no es más que hondonadas
-a veces cimas-
de secretos en el tiempo.
Quizás sea esto
lo que me hace yo.
Un camino de maravillosos
-y ya bienvenidos-
desperfectos.
Solo tengo una certeza:
Es mío. De nadie más.
Somos dos y uno;
simplemente lo mismo.
Mi lección aprendida
o, mejor dicho, en proceso,
pues estoy ejercitando amarlo.
Si no, quién lo hará
por mí.
El esfuerzo inseguro
pero constante que define
mi subsistencia,
mi biografía,
mi supervivencia.

Carlos Vera
Blog de Carlos
Leer sus escritos


Deja un comentario