Te he confesado a veces
que mi poesía nace escrita
en prosa (casi) periodística.
No te preocupes mi amor
por encontrar los ritmos,
preocupémonos mejor por el diario
vivir, las caminatas,
por no provocar aquello
que los melancólicos
bautizan como hastío.
No busquemos el ritmo, pues esa
es una ocupación deshonrosa,
digna de mejores funcionarios,
de corruptores de los diccionarios,
de ciertos promotores de lectura,
que no leen ni su propio contrato.
Basta el oído atento
a todos los sonidos inciertos,
la mirada serena, puesta en el mar de las cosas
y el caminar pausado por la vereda.
En el beso,
el entusiasmo.
Pero también la selva.
Y una hoguera que crece,
amenazante.
Asistir al otoño de los cuerpos
con la palabra poesía
en la punta de los dedos.
Raspar la piel hasta trazar caminos.
Practicar a Quevedo cada tanto.
Así, mi vida,
las aguas no estarán tan frías
ni los lechos vacíos.

Juan M. Peña
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