Se lo encontraron a media tarde. Su cuerpo seguía balanceando en el techo y el rumor de la muerte invadía la alcoba de la casa de la sierra. Una luz tenue entraba por la ventana y acariciaba su cara pálida, desprovista ya de muecas… Anselmo había dejado los zapatos cerca, como un punto y final a su biografía. Una nota de despedida yacía sobre el escritorio junto a una botella de vino vacía. “Lo siento, Marisa. Siento todo el daño que te he hecho estos años”.
El matrimonio se había pasado el confinamiento discutiendo y, en las noticias, los vecinos confirmaron que se les oía gritar a menudo. Sobre todo, a él, que había tenido problemas con la bebida años atrás y parecía haber recaído. Su hija Pilar volvió del extranjero en cuanto su madre llamó para darle la noticia. Cuando llegó a la casa, leyó la nota de despedida, abrazó a su madre y le susurró al oído: «tranquila, todo saldrá bien. Ya se acabó. Has falsificado muy bien su letra».

Estefanía Soto
@fani_conlimon
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