Quisiste comerte el mundo
y ahora eres uno más
de los hijos de Saturno:
lánguido, famélico, hinchado en la nada.
¿A qué huele la nostalgia
cuándo tus cartones son las sábanas?
De la ayuda que te dieron
sólo quedó la saliva que expulsaste
al negar esta evidencia:
Que no quieres ayuda,
que no la necesitas.
Eso cuentas a los vagabundos.
Tú
que eres ya uno más entre ellos.
No valoraste el cariño.
Arrimaste tanto los labios a la botella
que el filo te cortó.
Destino líquido y tú, consumido.
El destino no eligió
por ti, tener por habitación sus calles.
Fuiste tú, noble aprendiz de suicida
el que insistió en morir viviendo en el parque
por el que ahora, pides la absolución.

May Olivares
Blog de May
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