Inmanencia

Con el paso de los años Fabienne se resistía cada vez más a salir de su casa y a tener compañía. Cuando cumplió 90 envió a su esposo a comprar el baguette para el desayuno, pero olvidó abrirle la puerta a su regreso y desde entonces pervive plena, dueña de su universo al que le dedicó el resto de su existencia en moldear a imagen y semejanza. Graba en el piso el sonido de sus pasos, dibuja en la superficie hoyuelos de bastón que luego borra con la suela izquierda, adiestra las puertas para que se abran a su paso, al espejo de la entrada le pintó un craquelado marrón y hasta las paredes le aprendieron a llorar en el frio invierno.

Dos siglos después los herederos decidieron demoler la propiedad declarándola poseída. Crepitaciones, puertas que se abren, olor a naftalina, humedad e imágenes extrañas fueron imposibles de eliminar.

pathos juan hernande

Pathos
@pathosrelatos
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