¿Qué hacer con la desnudez a tiempo?
¿Con la calidez arrebatada a la muerte?
¿Con el aliento
causa primera y última,
sal y caldo de todas las matanzas?
¿Qué hacer con un par de senos que se lanzan
al vacío de la mañana?
¿Con unos labios refinados
que se desnudan en tu nombre?
¿Qué se dice? ¿Qué se hace?
¿Y cómo?
¿Y si de repente la mano se alza
y te alcanza temblorosa
una fruta de piel
o un sol caído y triste?
¿Y si los transeúntes
se fijaran?
¿Y si las señoras de bigote
(sombra de relicarios)
y lunares que ya nadie besa
tocaran a la puerta con sus antorchas
y sus buenas costumbres
a pedir como limosna nuestras almas?
¿Qué haremos con esto que se erige?
¿Dónde esconderemos del frío y del azar
las porciones de piel que nos han correspondido?
¿Y nuestro pasado que se quiebra
como avergonzado de haber sido
algo distinto a esto que palpita entre nosotros?
¿Qué haremos pues, con nuestro pasado?
¿Y el hambre, la injusticia,
la soledad, el no saber
las últimas noticias?
¿Y la guerra que en alguna parte
divide un cuerpo amado y deseado alguna vez
una vez como esta?
¿Y si es nuestro el cielo de la guerra
nuestro el desasosiego
nuestro el veneno de la desesperanza?
¿Y los niños que duermen a esta hora?
¿Y los niños que están despiertos a esta hora?
¿Y las madres que esperan que pase algo
que las devuelva a ellas mismas?
¿Y la economía, la inflación,
el capricho del artista,
la barriga que todos anhelan
como un triunfo humanitario?
¿Y qué decir de los que ya pasean sus barrigas
por los arrabales, como si nada?
¿No importa?
¿No importa nada de eso?
No importa.
No importa.
No importa nada de eso.

Juan M. Peña
Blog de Juan
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