Viaje sin retorno

Lo suyo no fue una viaje repentino, sino un tránsito casi inadvertido, en un recorrido sin retorno. Sí lo había pensado, primero fugazmente, luego con mayor frecuencia cuando hizo consciencia que empezaba a perder la influencia y el control sobre los hijos, las cosas y hasta sobre su propio destino. Sin anuncios ni despedidas arrastró con un pesado equipaje de recuerdos al más remoto de los lugares que encontró, allí se instaló como un ermitaño, acompañado por unas pocas plantas y un par de mascotas que se convirtieron en los únicos interlocutores.

Como un ludita moderno renunció a todo medio de comunicación con el mundo, no tanto para evitar que supieran de él, más bien porque la rapidez con que el planeta cambiaba le provocaba un vértigo insoportable. Logró ralentizar el tiempo al ritmo de sus movimientos hasta convertir su existencia en una fotografía permanente.

Años más tarde, cuando percibieron su ausencia, tuvieron que forzar la entrada a la morada. Solo encontraron las osamentas del anacoreta y las mascotas

pathos juan hernande

Pathos
@pathosrelatos
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