la mascota

aunque a veces me abochorna su conducta,
cuando a deshoras me visitan
mis muertos y extraterrestres,
para que no me eche a perder el resto del día,
saco a pasear a mi perro.

él es así de caprichoso, de jodón;
y, desde luego, yo no ayudo,
pues a mí se me parte el alma
cuando por enfermedad
o por el clima no lo saco a jugar.
tanto así que a veces creo que no es él
el que va amarrado, sino yo.

lo llevo al parque tempranito
y damos un par de vueltas
cuando no hay mucha gente,
o muy poca con otros de su raza.
ya que él no es muy amigo
de otros perros, que digamos
aparte de que odia cuando extraños
se le acercan para acariciarle
y desarreglarle su melena.

él es así de rabioso, de acomplejado,
y me tiene prohibido
divulgar su nombre, el muy descarado.

lo saco a caminar y lo suelto,
nos liberamos temporalmente el uno del otro
sin el miedo de escaparnos,
y luego él se comporta,
me deja tranquilo (detalle que agradezco).

salvo para darle de beber y comer,
mi perro, que cumple años
cuando yo los cumplo,
mi querido acompañante imaginario
no vuelve a molestarme por el resto del día.
tanto así que a veces él se presta
para hacerse real
cuando me habla, en vez de ladrar.

c. a. campos
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