Oigo voces

Todos los días eran las mismas discusiones de siempre y yo mediando, tratando de quedar bien, de satisfacer sus demandas irreconciliables. Atrincheradas en la profundidad de la umbra, las pulsiones, que dominaron mis primeros años, no cejaban en su intento de recuperar el poder, mientras los defensores del orden establecido ganaban terreno, se afianzaban en la penumbra con sus infiltrados éticos y morales.

Hasta que me harté, me aburrí de soportar el constante pandemónium, me cansé de poner la cara, de dar explicaciones incluso sin argumentos. No más eros, tánatos, normas ni prohibiciones. Decidí recuperar mi autonomía convencido, erradamente que yo tendría el control, que no estaría en la mitad recibiendo órdenes de lado y lado. Haría caso omiso de las voces, simplemente sería yo quien tomara las decisiones y actuara sin intervenciones. Vana ilusión, pues después de muchos intentos fallidos he descubierto que no estoy solo, ni soy independiente. Me encuentro atado irremediablemente, prisionero en la antumbra de esta trinidad, con voz pero sin voto, siendo instrumento de sus intervenciones. Fue imposible aislarme completamente. En cada pensamiento surgen murmullos soterrados, en cada acción, voces a gritos que interpelan y censuran. Hipócritas. Construyen escudos de resistencia, transferencia y represión para mantener ocultos sus verdaderos propósitos. Con su actuar paradójico, me trastocan las palabras y codifican los mensajes oníricos.

Ensayé terapia, asociación libre, yoga, meditación, programación neurolingüística pero nada de esto funcionó. Ya no me resisto. Sus voces fluyen al exterior sin cortapisas, discuto con ellas abierta y públicamente. Las personas me dicen que hablo solo. ¡Como si a ellas nos les sucediera lo mismo!

pathos juan hernande

Pathos
@pathosrelatos
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