Las ruinas

—En el oficio no estoy solo. Con otros limpiadores lo encontramos con una mezcla de sorpresa y horror antiguo, porque sé que no puedo recordar (y nadie lo hace tampoco) la cantidad de cosas que las ruinas nos revelaron; por ahora me perturba, como graba el fuego en la carne hereje, esta cosa que no debería haber aparecido.

Yo, hermanos, no soy un pecador; igual que a todos, me avergüenza el ejercicio de la memoria. Doy fe de que todos los días vuelvo a poner en mi boca los signos que seguramente pronuncié en muchas oportunidades, de que desconozco la suma de los años de mi vida (que además me aterran), de que ignoro, en compañía de mis congéneres, la cantidad de lunas que nos unen en el oficio, y de que repugno, en definitiva, la práctica del recuerdo, como lo hacemos todos los aquí presentes.

La memoria es peligrosa. Quien recuerda no dista de quien inventa y ambos, entendí en algún momento que no recobro, son peligrosos traficantes de la mentira y la manipulación. Y si confían en mi juicio puedo decirles, librado de toda vanidad, que ya no sé siquiera qué o quién fue mi madre, o su madre, o el nombre que ella eligiera en vano para mí; nada de eso me importa, sólo exijo que se me juzgue justamente.

El episodio de hoy me arrebató mi felicidad presente, aunque con suerte mañana la recupere. Al objeto, a ese condenado objeto, lo levantamos de entre uno de los muchos escombros que nos rodean y, sin yo saber qué hacer con él, lo puse en sus manos. Todo lo que recibí a cambio fue su desprecio, y ustedes, que nunca hablan -o que, al menos, no sé si escuché hablar- vociferaron exasperadamente en mi contra por algo que sé que me excede.

Los días al final van a darme la razón, porque rápidamente ninguno retendrá en su cabeza ni siquiera la circunstancia de todo esto. Pero ahora básteme ser fiel a mis convicciones, que son las de todos nosotros: Ese Armando y ese Jorge Luis, que eran hasta ayer hombres y palabras desconocidas, me enfurecen. No quiero saber nada de ellos y sé que eso pronto va a pasar; igualmente, opino que no sería errado someter estas injurias al castigo del sol y el mal recuerdo…

Alejandro Kosak
La biblioteca de arena
Leer sus escritos

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Búsqueda avanzada

Entradas relacionadas