Un sinfín confinante

Al cabo de quince años, la austera vida médica había hecho de él una «¡lumbrera!» para la humanidad. Volaba, desde las calles hasta las cadenas internacionales, la noticia de que la teoría de la demencia no era más una mera teoría, sino una ley. Con esto, acabarían las dudas, las malas prácticas, se mitigaría la ignorancia para con los mentecatos, y políticos y pobres serían curados. Entonces, se reunió atento el mundo en torno al máximo médico, que promulgó a los cuatro hemisferios lo siguiente:

—He concluido, humanos míos, y con suma certeza, que la locura es intermitente: se apaga en la soledad y fulgura en la sociedad. Por eso, ahora que estamos todos aquí reunidos, expidiendo rayos de insensatez, superaremos este vértigo una vez nos apartemos uno del otro y reflexionemos sobre el bien que nos hace el estar solos, lejos de todo, ¡en el olvido de nuestra compañía!

Y así fue concedida la libertad plena a juiciosos y alienados. Cada uno comenzó a velar por su salud mental; el mejor y único remedio era el aislamiento, y funcionaba a la perfección. A fin de cuentas, las personas solo necesitaron obedecer a la locura hecha persona para reponerse y volver a encajar.

pablo alejos flores autor escritor

Pablo Alejos Flores
@pabloalejosflo
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