Cuando llueven las hojas,
el agua desaparece de las nubes
y precipitadamente huye de los ríos;
mientras el verano se lleva consigo,
los restos del calor anclados en el aire.
El otoño despliega, su alfombra
de sangre y ámbar frente al mundo.
Su alfombra de cáscara y savia;
de hojarasca turgente y quebradiza.
Su lecho suave y esponjoso,
para insectos peregrinos,
y hongos aferrados al musgo.
El otoño de hoja marchita,
antes que todo, sigue siendo vida.



Deja un comentario