Tengo hija, compañero, padre y madre.
Tuve peces de colores, una gata,
una tortuga, una perra
y ahora un chucho viejo.
Crié canarios, polluelos devorados
por su padre, a picotazos.
Tuve un uniforme clásico:
azul y gris, como dios manda.
Hasta un crucifijo
para mi comunión
y un tríptico de virgen
en la habitación del pueblo.
Incluso medallita de oro
colgada al cuello.
Ese soy yo,
uno que es flaco o gordo,
según la época,
según se pueda.
Uno que tenía
ondas en el pelo
y raya al lado,
mocasines vibrando
al tocar el suelo.
También tuve errores,
pero estamos en ello,
que todavía hay tiempo.
Amigos cínicos y falsos.
Cadáveres en el camino.
Un anillo de plata
de un tío rancio.
Ahora un piso propio,
antes uno del banco.
Pero, la clave en este punto:
Estoy sobrio, pues
voy entendiendo todo.
He renacido,
tras mucho balance.
He evocado mi esencia
y mi simiente.
Ahora, mi existencia:
fermentada.
He llegado al origen
de cada instante,
de la nada.
Poema extraído de “Tras mis capas” (Kabo&Bero® Ediciones, 2024)

Carlos Vera
Blog de Carlos
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