Difusa, esta imagen se me reveló anoche: un salón amplio, de formas cambiantes como el agua; hasta donde alcanza la mirada, bancos que se confunden con mesas, hechos de un material que bien puede ser madera o polvo. Similares a cristales, casi físicos, rayos de luz sujetos a otras leyes. Súbitamente estoy solo, hasta que ya no lo estoy; el espacio se puebla de sugerencias de cuerpos y de la sensación a memoria que está a punto de construirse.
Entra un hombre notorio: Borges, Jorge Luis Borges. Íntegro, total, e incorrompido por el recuerdo, el escritor se sienta al frente del aula (ahora es un aula) y dicta unas palabras olvidadas. El monólogo se extiende y parece durar varias generaciones, hasta que una mano sutil se levanta entre los bancos. Me giro; el silencio invade a los presentes y una pregunta se deja escuchar:
—¿Qué opina usted de Federico García Lorca?
Las facciones de Borges inmediatamente se vuelven de hierro, severas, como si fuese a cometer una injuria. Intocable, contesta:
—Lorca no es más que un escritor sensiblero y circunstancial.
Esas últimas palabras se quedaron conmigo cuando desperté; las había traído hacia el mundo de los despiertos, y una búsqueda rápida alcanzó para sorprenderme, incluso horrorizarme: Ambos escritores (yo no sabía) se conocieron alguna vez en Buenos Aires. Borges, que tenía leído el trabajo de Lorca con anterioridad, lo consideraba lamentable; fue la posibilidad de ponerle una cara a ese poeta español lo que terminó de generarle, además, un desprecio desmedido.
Los años después le van a dar a Borges la prudencia del respeto por el otro, aunque ahora, estando ambos escritores fuera del tiempo, eso ya no importa. Importa que anoche descubrí que mi mente sabe cosas que yo no y que, además, laberínticamente las esconde en un territorio diferente al nuestro. Pienso ahora que los sueños son cosas abominables, porque demuestran que en este universo de leyes y cuantificaciones existe un lugar para la irrealidad que descansa en nosotros mismos, que somos nosotros mismos.
Cantina de FHUC, mayo de 2024

Alejandro Kosak
La biblioteca de arena
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