No me gustan las naranjas,
parece que esconden algo;
un sabor amargo
pero fiel
el cual atrapa al necesitado
y lo ahoga en su carne.
Por ti yo sería ese ser de escorbuto,
pelearía contra su piel
clavando mis uñas, ahogándolas,
provocando el ardor en los padrastros,
el fuego en mis encías desdentadas;
el fiel sentimiento de la amargura.
Sería un marinero con necesidad de carne
y de vitaminas que proporciona el pelar una [naranja
o una mandarina
o mi propia piel para servirme
en una bandeja de plata, repleta de frutas:
mis órganos–mis músculos–mis huesos.
No era un poema sobre pelar una naranja,
porque no me gustan, porque soy una,
no soy el marinero:
soy la naranja y el escorbuto.

Gemma Gómez Rivas
@gemmagrivas
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