Con el perpetuo vaivén de su potencia,
se desliza un flujo apresuradamente en pausa,
entre la tierra con vida y el anhelo de quien una vez fue,
un compás incómodamente medido.
Sus acciones no conocen descanso,
esculpen tiempo, erosionan historia,
llenando cada grieta, cada hendidura,
con la gravedad de los años; con los daños más graves.
Desde los albores del primero de los días,
ha sido testigo incesante,
de montañas que susurran al viento;
de valles danzantes al río.
No se doblega ante el frío invierno,
menos ante el ardor del sol implacable,
de pie con energía imperturbable
apaliza la memoria del cosmos ruidosamente acechante.
Obligado uso de determinantes y señales,
contiene la fuerza que acaricia el alma y transforma,
representa el ciclo eterno de encuentros y despedidas,
es sin forma ni voz la omnipresencia.

Aurora Hernández
@liveaboutit
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