Crepita el mar, impaciente,
su vasto incendio de azules.
Un eco insomne de estrellas
serpentea en el espejo
de sus aguas, son jazmines
que eclosionan su perfume
de luz y sal, un desfile
de galaxias primigenias.
En tierra, entierra en olvidos
su timón el capitán.
Todo cuanto ha pretendido
surcar no es más que la huella
de sus sueños, ser del viento
promesa que desvelar.
Late. No cesa su pulso,
su compás, su melodía
—murmullo de caracola—.
Son prisioneras las olas,
no saben desancorar
la resaca de sus alas.
Y llora
la mar.

Antonio Ríos
@antoniorios.poesia
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