La luna y el bar fueron testigos
de las miradas de nuestras manos
y de la presentación tácita de nuestros ojos.
Jamás conocí tan negras,
embriagantes,
cegadoras,
ardientes,
tramposas,
pupilas.
Me abrasan,
me hacen zancadilla
cada vez que me miran.
Me escondía de ellas en público
y las amaba en privado,
a la luz de la noche.
Por favor, dime que los juegos
en la cocina y en la cama,
eran más divertidos conmigo.
Por favor, dime que no solo en mí
vivirán esos recuerdos.
¿Sabes?
Mi primer nombre en tu boca,
era como regresar a casa;
y tu sonrisa en la estación
era la mejor bienvenida.
Con cada beso,
cada caricia,
cada unión,
cada palabra prohibida,
era más difícil soltar tu mano;
que me acogió sin solicitud

Samara Siabato
@samsiabato
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