Entre la mar y la arena
sollozan los sueños,
aquellos vertebrados
en cicatrices antiguas.
Allí reposa el engaño
de la luz enraizada
en la melancolía,
esa que arrebata el sentido,
el frescor de la buena noche
y la rectitud de la serenidad.
Aun así, allí descansan las amapolas,
vestidas de novia,
lamiendo la sequedad
apabullante de las piedras,
esas marchitas que se obstinan
en sobrevivir entre la sal y la arena,
entre la nada y la quimera.

Elena Díaz G.
@29diazelena
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