poema sobre tristeza salud mental dependencia negligencia resignación trastorno TCA

Ella

Las olas callaban y en mudas tornaron
sin darme cuenta, el tiempo en sequedad
convirtió mi corazón salado, la luna consigo
arrastró otro de mi pedazo.

Y la arena ahora quema un amalgama de escamas
que en el horizonte busca espumas perladas
sin prisa en retornos visible, que esperan
a ver quién tira más.

Que observan si mi alma pesa más que la cuerda
con la que juego a burlar la armonía
que tanto filósofo se dignó a predicar
y pendiendo queda, goteando versos, un inerte cuerpo,
festín para su famélica maldad.

¿Y no es irónico cómo muero
por sentir aquello que me mata
y cómo mato por vivir
un día más en su desgracia?

Me agota el creer que confío en la vuelta
de tan sagrado tesoro, abstracto, incontable.
Aquel que presté sin específicas condiciones
a lo que nunca tuvo fama de cumplir promesas.

Me agota saber que por más que me arañes la piel
tus garras no me suenan del todo tan mal.
Me agota, sobre todo, saber que conozco tu forma de ser
y aun así finjo fe en tu transformar.
Me desespero al saber que eres una conmigo
y, cual siameses, de ti no puedo renegar.

Muero si bebo de tu cáliz y moriría de sed
bajo la sequía de la soledad.
Muero si muerdo tus labios y perecería
bajo el efecto de una inútil necedad
que convence a mi ser de que el mundo
insípido torna sin tu sazonar.

Moriría una y mil veces embriagada
por alcoholes sin mezcla, con tal
de creer que en ti hallo la felicidad
que me arrebataste en tu llegada.

Y todo ha sido por quererte.

¿Quién fue el que me engañó diciendo
que el amor es dulce,
si la lengua se me funde?

L.H.R.
@l.h.r.65
Leer sus escritos

Una respuesta a “Ella”

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Búsqueda avanzada

Entradas relacionadas