Soy un número, una cifra en un papel.
Ya está. No hay más.
Me siento y me pregunto durante seis horas diarias
si es esto de verdad lo que quiero.
Soy una expectativa, un ideal.
Soy una corredora a quien todos toman por experta
y nadie se sorprende cuando acaba su carrera,
haciendo que mi falta de aliento se sienta en vano.
¿Dónde está mi medalla, mi trofeo?
¿Dónde están los aplausos que envuelven un mundo
del que ciudadana no me hicieron?
Muy bien, continúe caminando.
Nadie se plantea que en un como siempre
tenga cabida una excepción y cuando los pies
me lloran y las piernas me fallan;
el pecho me pincha, la rodilla me mata,
ahí es cuando me cuelgan sus medallas de decepción.



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