cuento sobre muerte familia accidente escombros entierro hermanos asesinato casa

Algo que suena

¿Qué será ese rintintín que suena y suena? 

Hombre, ¡y qué oscuridad tan berraca! Nunca en mi vida había visto tanta oscuridad. ¿O será mejor decir “no-visto”…? ¡JA! Qué ocurrencia, le voy a contar a Ángela cuando salga.

Cuando salga… si es que salgo. ¿Y si no?

Ahora que lo pienso, ¿qué pasó? De lo último que me acuerdo es que sentí como un guarapazo duro por detrás, como si se me hubiera venido el mundo encima, y después todo se puso negro. Menos mal Ángela no estaba en la casa. 

¿Habrá alguien más aquí? 

¡¿HAY ALGUIEN?! 

HOLA, ¿ALGUIEN ME OYE?

Hombre, ¿pero qué será ese timbrecito tan cansoncito? ¡Ahhh, deben ser los bomberos! Sí, sí, debe ser que ya están que me rescatan. 

¡¡¡AQUÍ ESTOY!!! 

Ah, paciencia, Ignacio, paciencia. Ya deben estar cerca. Mejor no grito mucho pa’ no gastar aire, que bien escaso que está.

Avemaría, ¿cómo estará la pobre Angelita? Seguramente no ha tenido vida pensando en que se quedó sola, pobrecita. Bueno, si alguna cosa, yo sé que Hernando no me la va a desamparar. 

¿Y esto qué es, escombros? Parece un polvo fino… Ah no, no, no, ¡es tierra! Me cayó un poco en la boca. Al menos no me va a dar hambre… ¡JA! Otra buena pa’ Ángela.

Por lo menos ella todavía me celebra las bobadas. No como Hernando, que dice que soy muy pendejo. Pero bueno, dentro de todo, él siempre ha sido hasta buen hermano. 

Ahora que estoy en estas, me acuerdo de que cuando estábamos chiquitos nos escondíamos en el clóset de la tía Lety a leer los libros de esoterismo, y una vez nos quedamos encerrados. ¡Oiga, qué susto tan berraco! Yo casi me muero, pero el Hernando estaba como si nada. Él me daba palmaditas en la espalda y me decía que tranquilo, que ya nos iban a sacar. 

Y ahí estuvimos como dos horas hasta que por fin nos encontró mi mamá, pero con él se me fue hasta lo más de rápida la espera. Ay, ése Hernando siempre ha sabido qué decir para hacerlo sentir bien a uno. ¡Hasta convenció a mi mamá de que no le contara nada a mi papá! 

En una de esas, leímos un libro lo más de raro… ¿Cómo era que se llamaba? No me acuerdo. El caso es que había una parte que decía “si escuchas estas campanas, estás muerto” (o algo así) y los dos nos quedamos bien calladitos un menco e’ rato, esperando oír las benditas campanas. Lo más charro, es que en ese momento pasó un carrito de helados y casi nos da un infarto, ¡JA!

Ay hombre, ese Hernando… siempre se portó bien conmigo. Él sí es fregadito, pa’ qué, pero la gran verdad es que él siempre estuvo al lado mío, en las buenas y en las malas. ¿Cómo no me imaginé yo que cuando se me viniera el mundo encima, también fuera a estar él ahí… dándome la última palmadita en la espalda?

Paula Obeso
tallerdehistorias
Leer sus escritos

Una respuesta a “Algo que suena”

  1. Muy buen final! Tuve que pensarle un poquito, pero me gustó.

    Le gusta a 2 personas

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Búsqueda avanzada

Entradas relacionadas