La civilización puede decidir si sorber sidra del epílogo.
De hacerlo, las paredes retorcarán junto a la pintura de un trarro,
para que nadie o algo construya lo perfecto. Para lograrlo,
la pintura tendrá que remanecer en la cochinilla genuina,
y esta hará un ritual de seducción
para que no vuelvan a explorarla al pasar el linde.
Pero irán por los betabeles, que son más reales que la realidad,
que son más valiosos por su matiz que por su nutrimento.
Serán los Beta vulgaris quienes decidan,
a través del intérprete de la necesidad,
si el hombre comerá o si serán simulados libres
al pintar de nuevo su restricción.

Isabel Ojeda
@biojeda
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