Cinco veces ella

Despertó poética y abruptamente en su habitación. Alrededor de la cama estaban las siluetas que reconoció desde el primer momento de su vida: cinco veces ella, indistintamente. Cinco mirándose y mirándola echada una última vez.

—No debiste dejarnos —dijo la más próxima a su cuerpo con una triste sonrisa.
La luz tibia oscilaba entre los rostros de ella misma: una vestía un blazer oscuro y libros en sus manos; otra llevaba un camisón de encaje, celestial; otra tenía una simple chompa y pantalones marrones; una lucía un pequeño bikini y otra un gran vestido de novia. Las veía enérgicas, con los ojos curiosos y vibrantes de pasión.
—Nos iremos todas contigo, no te preocupes por eso, pero queríamos decirte de todas formas que creemos que no nos viviste lo suficiente y estamos un poco decepcionadas de tus decisiones —le dijo la del camisón mientras se sentaba al borde de la cama.
—O por la falta de —increpó la cuarta, casi desnuda, mirando hacia otro lado.
—Sea como sea, lo que queremos decirte es que a pesar de todo aquí estamos y fuimos por un tiempo parte de ti —le acarició el muslo con ternura una de ella—. Somos tú al fin y al cabo.

Miraba confundida y en calma todos los rostros. Parecía un sueño profundo y vívido, pero ya sabía que esto era lo que le habían advertido algunas enfermeras. Había llegado el momento.
—Fuimos felices —dijo la novia agarrando el vestido con una mano y estrujándola hacia sí misma.
—No puedes decir que duró mucho tiempo tu etapa de casada, ¿cierto?
—Bueno, por lo menos llegó a concretarse y no se quedó en el olvido como tú y tus libros.

Entendió que estaba completa, ahí echada, con la mayoría de sus versiones cuestionando la existencia de la otra, tratando de cerrar para siempre los ojos. Así sería, al fin y al cabo, el último momento de su vida.

Andrea Crigna
@ukis_crigna
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