Ojitos chiquititos bordan a diario un regalo que no termino de descifrar.
En silencio trabajan, todos los días, por aquello que anhelan, pero que a nadie revelan.
Tejen y tejen…, siguen tejiendo.
No hay quien los distraiga, veo.
En las comisuras de su ser se empiezan a distinguir huecos.
«¿De dónde es el hilo con el que tejes?», pregunto yo,
dulcemente me sonríe;
teje y teje, sigue tejiendo.
Quizás allí también estén sus sueños, pienso,
pero heridas se extienden de sus manos a su espalda: su corazón.
Su sonrisa cambia, ojitos chiquititos; tiene una mirada triste.
En su mirar yace una lágrima que él parece que no siente…
¿Sabrá él lo que su mirada esconde?
Desearía saberlo yo…
La aguja y el hilo en mí terminan, en mí se extinguen.
No sé cómo ayudarle…
Si pudiera crear…,
y entonces le daría mis manos que le escriben; aunque solo sepan hacer eso: escribir.
Le daría mi espalda para que se apoye, para que descanse.
Le daría mi corazón para que tenga muchos años más y pueda terminar aquello que teje.
Le daría mi vida…, porque presiento que cada vez que yo me desmorono y me reconstruyo, es él quien me ha tejido: es eso lo que reconstruye cada día; me teje.
Lo dejo sin hilo, me teje.
Lo dejo sin sueños,
me teje.
Quiero darle mis sueños. Quiero tomar yo el hilo. Quiero que sea muy feliz.
Para Gabriel,
para mi papá.

Natalia Rico Medina
@writeondandelions
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