Llegaré a fusionar el ocaso con el alba
para teñir sus añiles de malva,
sus gualdos de carmesí.
Bajaré del cielo todas las estrellas,
para que la pureza de las más bellas
no eclipsen la del negro tras de sí.
Regaré donde vi el arcoíris, por si vuelve
o seré el agua en que la acuarela se disuelve,
y todo por pintar y pintar con frenesí
los colores imposibles de tus ojos,
grises ámbar, verdes fuego, casi rojos…
y transparentes, aun así.
Llevaré el invierno siempre conmigo,
por si termina y soy testigo
de la camelia primera.
Volveré a la cara oculta de la luna
en verano a por orquídeas, por si dejé alguna
por arrancar en primavera.
Robaré al otoño hortensias y caléndulas,
y cuando no queden seguiré recogiéndolas,
y todo por alcanzar a ver siquiera
la estación que daría la flor
que me falta para recrear el olor
de tu pelo, si la hubiera.
Tallaré una flauta con la rama
de donde el trino del jilguero se derrama,
para en mi aire guardar su melodía.
Incendiaré el mar, sus aguas y arenas
por escuchar el llanto de mil sirenas
cantar en triste sinfonía.
Rescataré notas que no existen, errantes,
por prestarles mi garganta, y todo mucho antes
de poder tocar quizá algún día
la música que imite tu voz, y que vuele
como el ave más veloz, se libere
en la tormenta más feroz, y así resuene
más alto todavía.
Te buscaré
sin nunca encontrarte,
y si te encuentro,
en el mismo instante
te perderé,
apenas tocarte.
Si tocarte no puedo,
tampoco abrazarte,
y sin embargo abrazaré,
sin ti ya delante,
al vacío que dejas,
para así imaginarte.
Y te haré perfecta,
sin nada que falte,
de sublime presencia,
mi más fiel amante,
serás todo mi mundo
en mi mundo aparte.
Y si tanto no puedo,
te haré semejante
a lo que no fuiste,
o lo que fuiste durante
el tiempo que la vida
tardó en tomar parte.
Vivirás en mi cielo,
como un sol radiante,
en la eterna promesa
que otra vez me levante,
como cada noche previa
al rocío humeante.
Y si el sol no calienta,
tendré ya bastante
con el frescor de tu sombra,
al trasluz un diamante,
el eco de tu risa,
un latido distante.
Y si te veo en sueños,
me haré caminante
del rastro que dejan,
y que se esfuma, no obstante,
en la orilla del océano
del que soy navegante.
Y si no te sueño,
al menos podré sangrarte,
verterte en mis versos
y, pluma mediante,
vestirte con sobras
de obras de arte.

Iñigo Aranburu Palmeiro
@aranogi.poesia
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