Como madera y hacha,
andaba el carpintero;
y en un único aleteo,
aquel animal
rasgaba lo denso y gris
del verano en Buenos Aires.
Como verdugo y presa,
andaba el carpintero
de pluma áurea;
que parecía rebotar
que parecía cortar
lo intangible del viento.
Al final de los tiempos,
cada cosa y cada quien
abrazará algún ocaso;
Salvo nosotros,
y aquello, casi imperceptible
e incortable, que nos une.



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