Se han extendido las huellas.
El pájaro sueña con soplar, algún día,
estas velas gastadas por el odio.
Sobre el adoquín quemado,
rugen las telas vacilantes
que nunca antes debieron crecer.
Y ya está, se ha borrado todo.
Ni pájaro,
ni tela,
ni barro,
ni arena.
Ya no hay frío y es otoño,
ya no hay sombra en primavera.
Ahora el viento devuelve el vino llorado por alguna hiena arrepentida.

Miguel López
@miguelopar
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