Amarillo indio

Grité sin darme cuenta, hasta que desperté
de mi propio sueño. Volví a quedarme dormida
para soñar con él. Fue el vértigo de no saber a dónde ir.
Como normalmente, pero en otro tiempo y en otro lugar.

Guinea Ecuatorial me trae los harapos
que había guardado en el fondo del armario,
en ese último cajón donde se nos ocurre
buscar cuando perdemos algo. Ahí los aparqué y,
fue al llegar, cuando me recibieron todos en la puerta.
Desnudos y con la mala fe que tienen las cosas
que aparecen cuando no las quieres cerca.

Con el cajón cerrado se asomó un olor familiar,
detergente intenso con gotitas de regocijo ácido.
Bergamota.
Nostalgia desprendida a deshoras.

Pienso volver a por ella, pero no será hoy.

Estefanía Soto
@fani_conlimon
Leer sus escritos

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Búsqueda avanzada

Entradas relacionadas