Horizonte anaranjado,
difuminado y apuesto,
a ese poniente lejano
el sol le tira los tejos.
Se esconde lánguidamente
vistiendo de bronce el cielo,
que el oro de su corona
relumbra más bien sereno.
Coquetea con las nubes
a las que esmalta con fuego,
y el halo que las decora
se erige en insigne yelmo.
Y se enamoran los ojos
en el precioso momento
en que se velan sus rayos
por el sendero del tiempo.
Es la esplendorosa estampa
de un candil amarillento,
cuando se apaga la tierra
y se enciende el universo.
Han quedado dos amantes,
juntos, su mente y sus cuerpos,
observando temblorosos
ocultarse a un sol tan bello.

Raúl Carreras
@raulrib2
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