Sueno a gotas de lluvia atrapadas en un grueso y opaco cristal,
a playas íntegramente desiertas.
Sueno con o sin música
pero siempre queriéndome a medias.
Sueno a cápsulas repletas de inseguridad y desazón,
a magia aferrada en un polvoriento cajón.
Sueno a versos encadenados
huérfanos de rima y nombre;
a trastes hundidos,
perdidos en un mástil sin acordes.
Sueno sorda de un pie
y a veces hasta coja de oreja.
Sueno siempre tan pero tan incompleta.
Siempre fui de esconderme entre frías letras,
titubeando emociones por allá donde el miedo más acecha.
Debe de ser porque siempre he sido más miedo que el miedo
e incluso todavía sigo sintiéndome la pequeña del planeta.
Tiemblo cuando me miro,
basta con sentirme cerca para echar a correr.
Hay un gigante que me persigue.
Él me odia, también.
Mientras le esquivo
la luz de los pasillos se apaga,
el faro que hay en la esquina ya no brilla.
¿Cómo creer que el gigante hace cosquillas?
Mi piel grita pero a pocos decibelios
pues nadie la escucha aunque se deje la vida en ello.
Una vez gritó que necesitábamos un cara a cara,
con diez minutos nos bastó.
Al primero nos callamos, con temor nos abrazamos,
deshicimos las maletas y el invierno huyó.
Al tercero consiguió frenar el escéptico frío de enero
con la fuerza incontenible que supo mostrar en el segundo.
Dos más dos y ambas lloramos,
lloramos de dolor y rabia.
Los miedos que tenía se los grité en el quinto,
me cosió las heridas, me sentí mejor.
En el sexto me enfrenté al espejo,
intentó que me gustara lo que veía
pero le susurré que no.
Siete, impar, como las veces en las que estuve
en construcción.
Al siguiente se rió, la seguí,
ni siquiera mi reflejo en el espejo lo desbarató.
Tres por tres, susurramos una canción: Do re do re mí.
El estribillo valiente lo dejamos para el décimo,
creo que me vencí.
Por: Laura Gómez Lomeña (España)
instagram.com/_lauragomezz/
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