Uruguay es un país sudamericano caracterizado por una vibrante comunidad literaria, surgida ya en la época colonial. Para llegar al siglo XXI es apropiado hacer un rápido pantallazo, con algunos nombres como hitos. Bartolomé Hidalgo le dio inicio a la literatura gauchesca. Juan Zorrilla de San Martín le dio poesía a la etnia indígena en Tabaré. Juana de Ibarbourou se consagró con su delicada voz lírica femenina. Horacio Quiroga sacudió con sus crueles relatos. Juan Carlos Onetti, uno de los pocos existencialistas en lengua castellana, retrató la grisura humana. Carlos Maggi, miembro de la Generación del 45, cuestionó la cultura uruguaya con su estilo ensayístico. Finalmente, Mario Levrero dio vuelo a la fantasía, y nos acerca a la actualidad.
Hoy en día, unos dos mil títulos al año dan cuenta de la buena salud de la industria editorial uruguaya. En estos momentos se desarrolla la Feria del Libro en Montevideo (con la presencia destacada del Perú como país invitado). El mercado editorial está lleno de obras de no ficción que, se estima, ocupan un ochenta por ciento del interés de los lectores. Temas políticos, sociales, económicos, históricos y actuales, también muchas biografías, desfilan por las páginas de Mercedes Vigil, Alfonso Lessa, Diego Fischer, Leonardo Haberkorn, Fernando Amado, Juan Grompone, el recientemente fallecido Tomás de Mattos, y muchos otros. Hasta el actor Pepe Vázquez, quien publicó su autobiografía.
En el panorama de la ficción descuellan novelistas de la talla de Hugo Burel, con sus novelas negras, Mario Delgado Aparaín, con su humor incisivo, y Claudia Amengual, quien explora temas de la vida adulta. Muchos otros incursionan en el género narrativo, como Miguel Ángel Campodónico. No obstante, deben lidiar con la competencia de la literatura extranjera, que tiende a saturar las librerías; por otra parte, se republican con frecuencia las obras de grandes autores uruguayos fallecidos: la poesía de Mario Benedetti, las vibrantes páginas de Eduardo Galeano, o humor como el de Julio César Castro, Juceca, con su inefable Don Verídico.
También tiene una fuerte presencia la literatura infantil y juvenil, que cuenta con su propia feria anual en Montevideo. Este segmento ha tenido un crecimiento notable en los últimos años. Los más pequeños están de parabienes con Susana Olaondo; Roy Berocay fascina con el Sapo Ruperto, y Helen Velando llena de intriga con sus detectives. Por su parte, las problemáticas adolescentes son acercadas de manera estupenda por Cecilia Curbelo y Federico Ivanier. A su vez, el entrenador Daniel Baldi entusiasma con sus imperdibles novelas futbolísticas; una de ellas, Mi mundial, estará pronto en los cines.
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