Escucho tu alma

Dime por qué te sigo
escuchando,
en la calma de la noche,
en el agua que bebo
para saciar mi sed.
Jamás creí
que la añoranza
fuera tan larga,
espesa
como la niebla antes del amanecer.
Te echo de menos
y duele tanto…
Que si lo niego se hace insoportable,
ya que tu recuerdo me golpea
tenazmente
y descarrilo como un tren
sobre un puente.
Hay lazos que jamás se pueden romper,
aunque en apariencias
sólo queden
cenizas esparcidas
al viento.
Ni los caballos desbocados,
ni el cochero que los dirige
pueden controlar la verdad,
esa que está dentro del coche,
la dueña que maneja al conductor
de los equinos.
Y cuando la tristeza me aborda
como la marea
de un mar incierto,
me llega tu voz susurrante,
clara como un cristal de roca,
“te amo, siempre te amaré”,
me abrazas fuerte
y todo mal
se desvanece.

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