Pocas cosas se escapaban ante aquellos ojos, sabedores y conocedores de la propia existencia humana desde sus orígenes. Cálidos y fríos cuando así lo ameritaban, su posición les permitía analizar y observar todo aquello que, a ojos de muchos, no eran nada.
Siempre conscientes de lo que sucedía, tenían la capacidad de transmitir calidez instantánea, bajo el amparo de la misma humanidad. Pero no sólo eran ojos… eran mucho más.
Muchas veces, aquellas manos debían palpar territorio inexplorado o reconquistar masacres vividas en tu propia piel, usando el conocimiento para recuperar lo que un día estuvo y de lo que, ahora, desgraciadamente quizás te haya quedado una marca. Una huella de lo vivido que te convierte en ganador de tu recuperación. También, han estado en tus momentos más bajos, ahí donde la soledad te acecha y te aprisiona, perdiéndote en la oscuridad y siempre dispuestas a sostener, todo lo que haga falta.
El resto de mi cuerpo está ahí para servirte, para cuidarte, pero permíteme que te hable de mi cerebro. El mismo que he desarrollado a base de conocimiento científico y cuatro años de formación universitaria (puede variar según el país o el sistema educativo) acompañada de máster, expertos universitarios y doctorados, el mismo que me ha permitido entender y utilizar las ciencias más exactas y las humanistas porque sí, soy la personificación de la ciencia y la humanidad.
Soy toda una edición que va más allá de lo que se me ordena. Porque las órdenes son para el ejército, no sigo ninguna. Trabajo en equipo, de manera multidisciplinar y tengo dos cosas: competencias propias y competencias delegadas (no es lo mismo que ordenadas). Tengo conocimiento y formación. No lo olvides nunca, porque tu vida está en mis manos. Mi función es cuidar de ti e insisto, saber cuidar requiere formación.
Mucha, no es de la noche a la mañana. Saber lo que te sucede, lo que te sucedió, lo que te puede suceder, entender tus sentimientos, ayudarte cuando estás más perdido, aliviar tu dolor, ayudar a que seas autosuficiente, sanar tus heridas entre otras tantas labores. Para eso necesito valerme de la evidencia científica; la cual sería imposible de aplicar si no supiera farmacología, fisiopatología, fisiología, anatomía, antropología, sociología, psicología, bioestadística, bioquímica, nutrición… Podría seguir pero para darte información sobre lo estudiado; mejor es que te mires el plan de estudios de mi titulación.
Lo desconoces, pero en este campo existen especialidades. Debemos ser especialistas (pese a que no nos dejen demasiado serlo o, mejor dicho, no nos quieran reconocer como merecemos) y antes de serlo; somos EIR (es decir, enfermero interno residente). Posiblemente, no te diste cuenta de qué clase de residente tenías en frente en tu última visita al centro de salud u hospital; de hecho, te sorprenderá que hayan residentes en este gremio. No todos lo somos, pero muchos sí, muchísimos menos de lo que deberían; porque mereces unos cuidados especializados. Quien te cuida en urgencias no va a poder cuidar igual a tu hijo enfermo en pediatría, como imaginarás. ¿Y qué especialidades son esas? Matrona, pediatría, geriatría, comunitaria, salud mental y trabajo, pero que algún día esperemos que también lo sean médico-quirúrgica, oncología y paliativos, urgencias y emergencias… Porque es lo que mereces, querido paciente. Unos cuidados especializados que sólo pueden venir de la mano de unos enfermeros especialistas.
Estás frente una fuente de conocimiento y de preocupación, porque todo lo que he hecho ha sido para cuidar de ti. Nunca lo dudes, sea cual fuere el motivo, estoy aquí para servirte, sé consciente, pese a la dulzura de mi sonrisa o mi cercanía. No te equivoques, velo por ti.
Por eso, cuando me tratas con desprecio, infravaloras mi trabajo, desconoces mi labor o no me respetas, quien sale perdiendo eres tú. Cuando no valoras y entiendes mi trabajo, cuando dudas de mi conocimiento… Sigues siendo tú quien no sale beneficiado, pues no estás valorando a un personal más que cualificado cuya función es darte los mejores cuidados. Teniendo esto en cuenta, entenderás por qué no me afecta tu mala actitud, porque sé ser profesional y persona; sé diferenciar y, por eso, seguiré cuidando de ti. Es mi función, al igual que estoy para cuando deseas ayuda, cuando me recibes con una sonrisa, calidez o dulzura, aquí también sigo cuidándote.
A estas alturas ya te habrás fijado, hagas lo que hagas seguiré cuidándote. Nunca lo olvides; repito.
Te preguntarás… ¿A qué se dedica?
Con tristeza, tendré que responderle por no haberse dado cuenta antes: soy enfermera/o.
Imagen de Enfermera en Apuros



Replica a Verácida Cancelar la respuesta