
Si me dices que se acaba
vacío mis bolsillos de adjetivos,
me los juego a las cartas,
a ésas que aún te escribo.
Bienvenida a mi telaraña
de renglones muy torcidos
y oraciones embrujadas.

Si dices que no me añoras
yo le doy la vuelta al viento,
anudo sus cien colas,
lo domino y lo adiestro.
Y así mi nombre enrosca
en los rizos de tu pelo.
¿Me echas de menos ahora?

Si quieres intentar odiarme,
«por tahúr y bicho malo»,
siento informarte
que por esto ya he pasado.
Recuerdo incordiarte,
coser a besos tus desgarros,
doblegar tu mirada punzante.

Si versos me pides,
“pero no de los poetas”,
te los doy perversos, viles.
Nublo con tormentas
tu alma de púrpura y rímel.
Mira, mi corazón en piruletas.
Los remedios justifican mis fines.

Si susurras que somos fuego
me abraso en tu pasión,
devoro tus destellos.
Ven TÚ a mi incendio interior.
Adiós mariposas, adiós todos los peros.
Hola, mi anhelada maldición.
Hola, mi desamor verdadero.

Si dices que tienes miedo
soy roedor de sombras.
Huracanes detengo.
Tus tribulaciones locas
las dejo sin causa y efecto.
Mato demonios a solas.
Convierto volcanes en hielo.

Y si anuncias, al fin, que soy yo…
tu payaso triste,
tu pequeño desastre en flor,
entonces todo lo que fuiste,
todo eso que NO es amor,
déjalo libre,
destiérralo.

No más brazadas sin mar.
Escapa conmigo, ven.
No más verdades de cristal.
Sube a mi barco de papel.
Vamos, ahora, ya,
cabalga en mi ciempiés.
Pues nunca menos es más.
Ser nosotros o no ser.
Y seremos dos que van
rugiendo bajo la piel.




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