Dentro de mi alma fue de mí engendrado
un dulce amor, y de mi sentimiento
tan aprobado fue su nacimiento
como de un solo hijo deseado;mas luego dél nació quien ha estragado
del todo el amoroso pensamiento:
que en áspero rigor y en gran tormento
los primeros deleites ha tornado.¡Oh crudo nieto, que das vida al padre,
y matas al abuelo! ¿por qué creces
tan disconforme a aquel de que has nacido?¡Oh, celoso temor! ¿a quién pareces?
¡que la envidia, tu propia y fiera madre,
se espanta en ver el mostro que ha parido!Garcilaso de la Vega, Soneto XXXI
El leitmotiv de Garcilaso era, sin duda alguna, el amor, pero no el amor romántico, inocente, sino un sentimiento acompañado de reflexión, de maduración constante, tal como la constante presencia romántico–filosófica en el trascender de su obra que muchas veces llevaba hasta la locura, hasta la desesperación, perdición absoluta de la condición humana entre las más profundas emociones; tal como sucede en este poema XXXI (un soneto endecasílabo dactílico si solo hacemos acuse de su técnica), en el cual se deja entrever como trasfondo otro de los muchos tratamientos dados por este autor: los celos provocados por dicho sentimiento (el amor) conllevan a un espanto tal que aleja toda emoción bella, así, la tragedia se conforma como el fondo central del texto conforme evoluciona en su forma.
Entre los versos del soneto, los celos juegan un papel de “mostro» (personificación de una emotividad heredada desde la literatura medieval e igualmente de los clásicos, venidos a Gracilaso por influencia de Petrarca) y son dotados de un motivo “familiar” en los tópicos de este poema: el poeta ha quedado enamorado de una dama, por lo que ha engendrado el amor dentro de sí; pero de tanto pensar en ella (el amoroso pensamiento) no ha podido evitar que surja la duda de tal amor (áspero rigor) la cual, a través de la envidia (la fiera madre) de no estar con ella en todo momento y, por ello, no saberla con exactitud en dónde o con quién pueda estar [“tantos otros hombres acechando”, en un comentario personal al margen del poema, por supuesto], ha parido a los celos como un gran tormento para nuestro poeta.
Las presencias conceptuales de palabras tales como engendrar, nacimiento, nació, estragado (verbo que hace alusión a una víscera interna —el estómago— como también lo es el útero en la mujer), nacido, parido; así como los caracteres del hijo deseado, el crudo nieto, el padre, el abuelo y la madre; nos remiten sin tardanza al entorno familiar. Son componentes esenciales de la familia, motivo central de este soneto. Así, el poeta se nos presenta en la primera estrofa (primer verso igualmente) mediante el hipérbaton inicial como el “padre” legítimo de su amor (de mí engendrado y un solo hijo deseado). Sin embargo, y a través de la envidia, el amor ha truncado en celos y constituyen los “hijos ilegítimos” (crudo nieto) de aquella, una madre alevosa e indeseada (propia y fiera madre), convirtiendo en el acto, en abuelo al autor.
Este embrollo familiar nos recuerda a las tragedias griegas entre padres e hijos, hermanos y hermanas, quienes se traicionaban o defendían para lograr conquistas ya de ciudades ya de imperios, en distintas tradiciones que van desde los griegos hasta el medio oriente, pero en éste caso y como corresponde a la tradición renacentista, el propio ser humano resulta portador de las emociones que lo fulminan, tópico petrarquista muy probablemente utilizado como fuente por Garcilaso debido a la afinidad estilística por el lírico italiano.
Las figuras utilizadas en el proceso estilístico de Garcilaso incluyen el hipérbaton (primer verso del soneto), la comparación (tercero y cuarto versos de la primer estrofa), personificación (a través de todo el poema), así como las metáforas “familiares” que dan unidad a la isotopía central. Los versos con terminación “ado” hacen referencia a los caracteres de hijos, así como los terminados en “miento”, refieren a los progenitores, dicho sea de paso, diferenciar a los actantes mediante las rimas separadas es inequívoco de su magistral resolución poética. Siendo así tenemos que, si el amor es el padre de los celos, y la envidia su fiera madre, el autor nos dice que ambas emociones van de la mano siempre y son fácilmente trocables. Asimismo, podemos deducir que si el autor es el padre del amor, la madre de tal debería ser la amada; sin embargo, de un amor pleno no “nace” un hijo disconforme como son los celos, por lo que a nuestro parecer no es la amada la que toma el papel de “madre del amor” en este texto, sino más bien es la “ausencia de la amada” la que acompaña al poeta hasta la envidia y por ende, a la conformación familiar monstruosa del ser parido: el crudo nieto.
Lo anterior es verificable en la estructura general del poema:
- El primer cuarteto nos refiere al padre e hijo iniciales (mí = el poeta como el padre; el dulce amor = el hijo);
- el segundo cuarteto muestra la siguiente generación de esta “familia emotiva” (dél nació = el amor como segundo padre; gran tormento = los celos como segundo hijo);
- el primer terceto reúne a la familia (crudo nieto, padre y abuelo) para dar fuerza a la intención del poema;
- y termina en el cuarteto mostrándonos la condición monstruosa de tal círculo familiar indeseado.
El ritmo al igual que los tropos, nos llevan a dicha conclusión: en las dos primeras estrofas (donde el autor plantea el tema) la sílaba tónica del verso recae en la sexta, dando una separación intermedia, balanceada de cada verso. Es a partir de los tercetos (cuando al poeta nos lleva al centro y conclusión del tema) donde la fuerza del ritmo cambia a la séptima sílaba, haciéndonos sentir que a cada verso le urge terminar… Hay una ruptura intermedia entre ellos, reforzando así la sensación del quebranto familiar expuesto. Si uno analiza este punto de quiebra en los versos del segundo terceto (la conclusión), atinará a observar que los conceptos que inician la segunda parte de ellos (a quien, tu propia, y el mostro) hacen alusión a “la duda”, al “progenitor” y al “engendrado” (orden de conceptos referidos por el autor a lo largo del soneto) respectivamente.
Y es así como la tragedia familiar dentro de sí mismo (del poeta, donde sus emociones le son tan familiares que actúan como su propia familia) sucumbe ante la cruda irrealidad de lo que solo cree sin poder asegurar: el poeta ha sufrido el peor de los desencantos del amor, el arrebato brutal y estúpido de los celos. Es por eso que no puede más que espantarse ante la monstruosidad que él mismo ha parido, envileciendo de tal forma lo que antes era sublime, inocente, puro.
La cuidada musicalidad de Garcilaso en este (como en tantos otros de sus excelsos poemas), nuevamente logra crear ese universo idealizado donde los símbolos se presentan tan contundentes al grado de alcanzar sus acostumbradas descripciones de lo fugaz: su poesía nos produce un sentimiento de una vivencia conocida, ya vivida, la cual trasciende más allá del tiempo, nos embriaga de melancolía, y nos deja absolutamente expuestos ante el doloroso sentir que provoca vivir una vida humana llena de emociones y pensamientos encontrados.
Para mayor información sobre este autor clásico, dirigirse a: http://www.garcilaso.org
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