Con mi alma en la maleta,
bohemia de sueños rotos,
escudriño por los rincones,
buscando nuevos días y luces,
alguien cercano y nuevos aires.
Estoy perdido,
y me encuentro buscándote.
Estoy sendiento
y cruzo miradas vacías
de viento y tierra.
Estoy esperanzado,
Y oteo horizontes difusos
de orillas eternas
y amaneceres inquietos.
Y por fin camino,
por laderas desnudas,
por pedregosos valles de niebla,
por penosos arenales sin aliento,
de vigilia, de señales
y de sonidos en el viento.
Y miro hacia abajo,
al final de la playa,
y observo tu cuerpo desnudo,
tus curvas eternas y saladas,
tu plateado reflejo vestido de azul,
que se cobija tibio en mi pecho;
solamente tú.
Y sin pensarlo, bajo a tocarte,
tan cerca, tan distante,
corro y desciendo,
temeroso de ti,
para tenerte y perderte a la vez,
en el vaivén cotidiano del destino,
tan errante.
Y me sumerjo en tu vientre,
sin sentido, a la deriva,
dejándome llevar por tu mirada,
dejándome seducir por tu piel,
desnudo y mojado en tus labios,
savia eterna, aroma fiel
dulce presagio.
Bogo palpando tu sentido,
rozando con la punta de mis dedos,
tu fría calma, infinita paz;
pero presiento tu carácter indómito,
tu genio escondido en la tormenta,
tras el trueno.
Y consigo asirme a tu cintura,
enamorado de tus ojos de luna,
de tu inmensidad tan profunda,
de tu luz inmesa de estrellas
y de tu voz,
sobre todo de tu voz.
Me duermo acunado en tus palabras,
nana dulce que meces en susurros,
y sueño despacio
muy despacio
con el sol que alumbra mi orilla,
con la musa de mis desvelos,
que es la dueña de mi alma
desde que la vi, allí abajo,
jugando en la playa.



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