A ti…

A  ti, que soltaste mis dedos y pusiste en venta nuestro tacto, que decidiste ocupar tus pensamientos en otros labios y dejaste los míos en el desierto de tus ganas.

A ti, que prometiste la calma después de la tormenta y todavía estoy esperando esa paz que me daban tus abrazos, esos apretones que hacían que la vida se alejara cada vez más de la muerte.

A ti, que te despediste con un tal vez, y dejaste latente el morbo de que regreses solo por verte regresar.

A ti, que con tu juego con las palabras sabes exactamente qué decir para llegar dentro de mí, sabes cuáles son mis puntos débiles, sabes que eres tú.

A ti, que la vida no te la ha dado fácil y por eso me atreví a ser tu colchón, a sacudir tu polvo y barrerlo con escobas que nunca fueron mías.

A ti, que no te importó mi tiempo.

Total, crees tener la certeza de que al volver voy a estar esperándote.

¿Y quién sabe? A lo mejor y es cierto.

A ti, que te encargaste de poner todo en su lugar para luego jugar a las escondidas, sin dejar migajas ni pistas, ni dulces de consuelo.

A ti, que subestimaste mi sentir, que subestimaste mis ganas y no me dejaste ser valiente.

A ti, que preferiste huir a resistir, que preferiste correr a sentarte y explicar.

A ti, que crees que el tiempo hace (re)vivir el amor perdido y renueva sentimientos.

A ti, que se te hizo tan fácil mentir, a mí que se me hizo fácil creer, o querer creer.

A ti, que ni siquiera sabes que estas líneas son tuyas.

A ti, que ahora estás en otros brazos. A ti, que se te fue tan rápido el futuro.

A ti, que te resulta tan fácil mantenerte lejos y distante.

A ti, que ya no recuerdas lo que ayer no podías olvidar.

A ti, que no te dejo ver lo que me duele.

A ti, que te alucino y te desvelo en mi memoria solo para tenerte aquí.

A ti, que esperas que te busque aunque nunca me encontraste… a mí que un buen día me vestí de cielo y regalé todas mis nubes para que te tocara llover.