¿Sabes? Yo no iba a estar aquí.
No tenía por qué verte.
Pero llegaste a mi vida como un golpe de mar
de esos que te dejan mareado
y no sabes dónde agarrarte para dejar de dar vueltas.
Llegaste para poner patas arriba el papel de loba solitaria
que bordaba a la perfección.
Para limar mis uñas y enseñarme a arañar
solo cuando tus dientes acariciaran mis clavículas.
Para enseñarle a mi pecho
que te puede faltar el aire cuando alguien llega.
Que la vergüenza o una mirada,
también pueden robarte las palabras.
Que las lágrimas que se van con un adiós
se malgastaron sin sentido
y ahora secan mi garganta cuando gritaría en susurros
que te vi y se me movió la tierra.
Y me muero por saber si a ti también.
¿Crees en el destino?




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