Atrapado en el crepúsculo
que inventan tus párpados
al cerrarse,
rememoro esas veces,
noches, mañanas, tardes,
en las que pronuncias mi nombre
y me salvas de mí.
Vuela y viaja de mi mano,
lejos del imperio de suspiros mutilados,
del angosto lugar común,
allí donde la hierba brota muerta.
Para que no te pierdas me desmigo.
Y en la vereda te dejo pedacitos de mí.
Que son besos, desgarros,
son cuentos, caricias.
Con todo y con eso voy
y te lluevo encima.
Mi cuerpo es una jaula
de palabras,
de ilusiones,
de tormentas.




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