No pedí perdón
ni dije gracias
a tu enamoramiento repentino,
a que te rompí el corazón,
que te dejaste manejar por mí
sin quejas, sin reclamos,
que me entregaste el alma
sabiendo que mis armas
siempre fueron más fuertes que las tuyas,
que me diste el sol
sin miedo a quemarte,
y sin embargo
quien te quemó
fui yo,
mientras vos
confiabas como un niño,
perdiste todo por mí,
me llenaste
de regalos, sonrisas y vida,
de palabras hermosas
y días inolvidables,
fui tu religión
aunque habías jurado
no pertenecer jamás a ninguna,
lo fui todo,
lo sé,
lo descubrí en cuanto hui
y tus ojos brillaron como reflejo
de luna en mar
en la noche más oscura,
en verdad me querías,
cuando me lloraste
y me odiaste sin sentirlo,
y yo que pensaba
que en la primera de cambio
ibas a correr detrás de la primera niña tonta
que se te cruzase
para meterte debajo
de sus pantalones,
porque así te conocí,
así te creí,
pero los papeles se mezclaron
y esta vez el rol de mala
me tocó a mí,
mientras vos, ingenuo,
pensabas que de verdad
quería una noche,
una vida
juntos.
Y lo siento,
siento haber sido tu mundo
mientras para mí
solo fuiste un chico, más.
Espero no me perdones,
porque sabemos
que a primera sonrisa regalada,
volverías a caer,
y yo
a romperte.



Deja un comentario