Cada amanecer se levanta ilusionado. La luz del sol le da fuerzas para enfrentarse a su jornada, tan larga como las horas de luz. Al final del día, agotado y cabizbajo, por fin descansa; tanto como la noche le permite hasta el siguiente alba.
Las ocasiones en que las nubes tapan al astro rey, sin embargo, permanece abatido e inmóvil, al igual que los demás girasoles del campo.



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