La autoría ha sido un problema que a las mujeres ha acompañado a lo largo de toda la historia de la literatura. Siempre a la sombra de quienes escribían lo que ellas cedían, siempre a la sombra de quienes pensaban que no tenían la capacidad suficiente para escribir algo más que no fuese la <<escritura del cuerpo>>.
Alentadora es la idea de todas aquellas mujeres que se revelaron y decidieron reivindicar la tematología de la escritura femenina, pero también todas aquellas que defendieron, como Agatha Christie, que la mujer podía ser tan buena en otros géneros como muchos otros tantos miles de hombres. Sin embargo, en la actualidad se nos está volviendo a encasillar en una serie de géneros o temas en los que no todas nos vamos a sentir cómodas. Escritoras jóvenes que se ven presionadas a escribir poesía aunque ellas sean más de novela gótica, escritoras que se ven obligadas por sus editores a escribir al amor-romántico incluso sin estar de acuerdo con esas formas de amar, escritoras que tienen que omitir su valía en otros géneros y centrarse en la poesía romántica. Ni se te ocurra trabajar el género erótico, porque serás una de aquellas que no tienen dignidad. Y caerán miles de críticas sobre tu condición de mujer, pero no sobre el modo en el que escribes.
La autoría ya no es un problema como antaño, podemos reconocer nuestras obras. Pero ¿de qué forma? ¿A qué precio? El hecho de sumirnos en una sociedad patriarcal nos conduce a ciertos estereotipos y juicios de valor que inundarán nuestra obra sea del género y forma que sea, porque somos mujeres y aún sigue escociendo que tengamos capacidad crítica.
El claro ejemplo son las editoriales que están convirtiendo a escritoras jóvenes con aspiraciones de muchísimos tipos a escribir sobre lo que vende, osease, machismo. Lo que vende nunca debería ser el propósito de escribir, muchas lo tenemos claro, pero ¿qué ocurre cuando en un mundo en el que hay más libros publicados que personas que leen te secuestran en una editorial? Someterse muchas veces es la única forma de fabricarse un nombre.
Parece que fue ayer cuando las mujeres debían recurrir a pseudónimos para poder publicar sus escritos, parece que fue ayer cuando las mujeres accedían a ser monjas para poder acceder a la cultura y escritora (veáse a Sor Juana Inés de la Cruz como gran ejemplo), parece que fue ayer cuando ser mujer y escritora suponía un problema.
En la actualidad ser mujer y querer escribir precisa de encasillarse en ciertos géneros literarios y tematologías. Pero me pregunto si los hombres escritores también sufren ese dios crítico literario que todo lo lee y todo lo juzga. ¿Recaerá sobre ellos la mirada crítica de una sociedad que desprestigia la obra por ser de un determinado sexo o género? Me aventuraré a deciros que los hombres pueden escribir de lo que les parezca porque mantienen esa libertad de ser todólogos, todo lo saben y de todo hablan, y de esa posición jerárquica en las pirámides de las opresiones que valida su discurso así sea el más falaz o inservible del mundo.
Con estas palabras no pretendo arrojar tierra sobre tantos hombres que dedican su vida a las letras, sino sobre aquellos que con impunidad escriben sobre temas que no les acontecen, temas que no manejan e incluso temas en los que ellos mismos son actores pasivos, acompañado siempre de cierto toque de superioridad y paternalismo.
La literatura femenina, afortunadamente, aún se mantiene, pero aún se necesitarán siglos para que se consiga leer una obra cuya autoría sea de una mujer con la misma mirada de objetividad con la que se lee la de un hombre.
Por ello, invito a que creemos nuestra propia historia de la literatura. Dejemos de leer únicamente a hombres monotemas, intentemos descubrir el amplio aspectro que se esconde tras una autoría de mujer. Invito a que salgamos de nuestra zona lectora de confort e indaguemos el mundo, porque la historia de la literatura no es cómo nos la cuentan en los libros de texto de primaria. Las mujeres existimos en la literatura y hemos existido siempre. Y, ante todo, deja de escribir lo que no te apetece escribir y sé subversiva, rompedora, creativa.
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