Todavía la soledad no acaba conmigo, todavía no.
A veces me endurece los sentidos, me transforma, puedo sentirla sin haberla tocado, la puedo saborear a mis anchas porque la estoy probando.
La verdad nunca creí poder tener tanta fuerza, no sé de dónde salen las sonrisas cuando lo que quiero es gritar, correr sin retorno y la vez quedarme en el mismo lugar.
A veces tiendo a congelar el gesto para no tener que flaquear.
Reconozco que he amado, reído, me he extasiado de tanto vivir. También he llorado, me he dado contra mis propias paredes para derrumbarme y me he encerrado en el maldito concreto que yo misma mezclé.
Y sin embargo la vida se me ha estacionado en la garganta.
Pero ahora… Ahora solo estamos mi soledad y yo.
Ella me mira, yo le miro y le digo: debes soportarme, solo estamos las dos.



Deja un comentario